"No es fácil que una mujer ejerza la carrera de aparejador. Hasta la fecha nadie había visto en los carteles anunciadores de las obras, juntamente con el nombre del arquitecto correspondiente, el de un aparejador que sea una mujer. Sin embargo, existe". Así presentaba M. Sarmiento a Celia Velasco, la primera aparejador de Aragón, segunda de Madrid y octava de España, a los lectores de la revista Semana de hace 37 años.
En su número del 9 de junio del 64, Semana (ocho pesetas el ejemplar) dedicaba una de sus páginas a entrevistar a Celia Velasco, a la que se presentaba -cosas de la época- como "adelantada del sexo débil". No fue la única vez que Celia fue tema informativo. El diario Heraldo de Aragón recogía sus declaraciones en diciembre de 1969, en una amplia información en la que se daba cuenta del nombramiento de la "única mujer aparejador en Zaragoza", como madrina de honor del "paso del hormigón" de los estudiantes de Arquitectura Técnica en la capital aragonesa.
En aquel momento, acababa de crearse la Escuela en la capital aragonesa. En el primer curso había quince alumnos, entre los que se encontraba una única chica: María Jesús Zarzuela.
Pero la creciente presencia femenina no se ha quedado en la titulación y el ejercicio de la actividad que les es propia. También ellas se han decidido a participar activamente en las instituciones profesionales y hoy ocupan casi el 20% de los cargos directivos de nuestros Colegios. Tras las elecciones colegiales celebradas en junio pasado, 74 mujeres arquitectos técnicos ocupan su lugar en las Juntas de Gobierno, junto a 375 hombres. De ellas, 51 son vocales y 23 han accedido a cargos de presidenta de delegación (3), secretaria (9), contadora (7) o tesorera (4). Mención aparte merece el Colegio de Santa Cruz de Tenerife, que cuenta con una Junta de Gobierno mayoritariamente femenina.
Y por si ello fuera poco, también en junio y por primera vez en la historia de la profesión, una mujer, Gloria Sendra, ocupaba su lugar como vocal primero de la Junta de Gobierno de la mutualidad de previsión social de los aparejadores y arquitectos técnicos en la presidencia de la Asamblea General Ordinaria de PREMAAT.
La primera en MadridMaría Ángeles fue la primera mujer que se colegió en Madrid. Lo hizo en 1961, cuatro años después de finalizar sus estudios. Ella fue la séptima que lo hacía en España. De sus antecesoras, tres lo habían hecho en el Colegio de Barcelona y las tres restantes se vincularon a los Colegios de Murcia, Gran Canaria y Gipuzkoa.
La decisión de María Ángeles Aznar de ser aparejador no sorprendió en el entorno en el que vivía. Su padre y hermanos eran arquitectos, así que la actividad de la construcción era de lo más habitual en su domicilio.
Tampoco pilló de sorpresa que Celia Velasco, primera colegiada de Aragón, segunda de Madrid y octava de España, decidiera dedicarse a la profesión. Es más, fue una decisión aplaudida por sus hermanos, constructores de profesión. Celia reconoce que en su casa “sólo oía hablar de ladrillos”. “Mis hermanos se sintieron muy orgullosos de que yo, la pequeña de la casa, estudiara y me convirtiera en aparejador. Mi futuro profesional estaría en sus obras".
Profesora de dibujo durante un tiempo y amante de la decoración, Celia vivió una época en la que la carrera técnica no tenía una gran salida para la mujer. Ejerció pocos años, para posteriormente dedicarse por entero a sus tres hijos.
Con naturalidad tuvieron que pasar varios años para que las cosas empezaran a cambiar y la mujer aparejador pisara con toda naturalidad las obras que dirigía.
"Sí existen cambios muy positivos en el ejercicio libre de la profesión", afirma Gloria Sendra, vocal del Colegio de Sevilla y de PREMAAT. "El mundo de la construcción se ha acostumbrado a nuestra presencia y ya no resulta extraño vernos en las obras. Incluso, en algunos casos, se prefiere a la mujer como arquitecto técnico. En líneas generales, creo que nos hemos incorporado muy bien en relativamente poco tiempo".
Gloria Sendra lamenta, además, no conocer ninguna mujer gerente en una empresa constructora de relevancia y está convencida de que ellas siempre habrán de demostrar continuamente su valía.
Respecto a su vinculación a las instituciones profesionales, opina que la incorporación de la mujer a las juntas de gobierno -nunca entendida como cuota- es totalmente necesaria, puesto que ellas participan también del colectivo profesional.
María Antonia, hoy funcionaria municipal en el Ayuntamiento de La Frontera, reconoce que para una mujer el desempeño de cualquier puesto de trabajo incide en la responsabilidad familiar. "Esta profesión, por mi experiencia, -afirma al respecto- absorbe mucho tiempo y encima, si te gusta, te olvidas hasta de volver a casa", sobre todo si, como en el caso de la presidente de El Hierro, se tiene la suerte de encontrar comprensión, apoyo y confianza de jefes y compañeros a la hora de realizar su trabajo. "En cuanto al trato en la obra, he observado que los albañiles o encargados tratan mejor a la mujer; hay quien dice que tenemos mucho más carácter, por lo que intentan no contradecirnos mucho".
Cosas del pasadoUna joven arquitecto técnico, Ana Ferrandis, se siente molesta con sólo una insinuación a la `guerra de sexos' en el mundo laboral. "Esto forma parte del pasado", asegura tajante esta jovencísima titulada, director facultativo en una promotora inmobiliaria. Con tan sólo 23 años, Ana -como todas las mujeres de su generación- se niega a imaginar ¿para qué? que tendrá las cosas más difíciles por ser mujer. Es más, en su opinión, ejerce una profesión idónea para ellas, puesto que requiere organización, una cualidad que cree común en el género femenino.
Al grano de verdad se puso en el último curso de la carrera, cuando fue elegida entre cuatro aspirantes -dos hombres y dos mujeres- para trabajar en la promotora en la que hoy sigue prestando sus servicios. "En el tiempo en que estuve esperando la respuesta de la empresa jamás se me pasó por la cabeza que mis dos compañeros tuvieran más posibilidades que yo por ser hombres". Tampoco ha tenido dificultad alguna en su trabajo, sólo las derivadas –reconoce- de su juventud y falta de experiencia.
Ana tiene claro también su futuro: "Me gustaría dedicarme al libre ejercicio y al mundo docente". Seguro que lo consigue.